Celebración del Vía Crucis en los Jardines Vaticanos

Juntos como peregrinos de esperanza
Recorrer juntos los Jardines Vaticanos, siguiendo la Cruz, para recordar y revivir los momentos más dolorosos de la Pasión de Cristo. Como es tradición, también este año, durante la Semana Santa, la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano ha promovido el piadoso ejercicio del Vía Crucis.
Tuvo lugar la mañana del martes 15 de abril y fue presidido por el arzobispo Emilio Nappa, Secretario General. Participó en él la comunidad laboral de la Gobernación, con el fin de realizar “este camino juntos, animados por la esperanza de una promesa. La esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5), mensaje central del Jubileo, sea para nosotros el horizonte del itinerario cuaresmal hacia la victoria pascual”, como subraya el papa Francisco en su Mensaje para la Cuaresma de 2025.
Desde el punto de partida, la explanada de la Gobernación, atravesando un recorrido inmerso en la naturaleza, hasta la llegada a la Gruta de Lourdes, los empleados rezaron, reflexionaron y conmemoraron la Pasión del Señor. Las estaciones fueron animadas por las distintas Direcciones y Oficinas Centrales, guiadas por sus respectivos capellanes. Como de costumbre, la Coordinación de Eventos se encargó de la organización del programa.
Al concluir las catorce estaciones, Sor Raffaella Petrini, Presidenta de la Gobernación, ofreció una breve reflexión, y el arzobispo Emilio Nappa, Secretario General, impartió la bendición a los presentes, entre los cuales se encontraba el cardenal Konrad Krajewski, Limosnero de Su Santidad.
Asistieron también, entre otros, el abogado Giuseppe Puglisi-Alibrandi, Secretario General, los Directores, Vicedirectores, Jefes de Oficina y los capellanes de las diversas Direcciones y Oficinas Centrales.
A continuación, la reflexión de Sor Raffaella Petrini:
Queridos hermanos y hermanas:
Hemos caminado juntos como Pueblo de Dios y en comunión con Cristo. En las 14 estaciones hemos recorrido las etapas que condujeron a Jesús a su Pasión y Muerte. En la contemplación del misterio del dolor y de la Cruz, hemos sido invitados a entrar en el amor de Dios, manifestado en su Hijo. La Iglesia nos ha mostrado cómo seguir a Cristo, paso a paso, en la lucha que Él afrontó para redimirnos de nuestros pecados.
El Vía Crucis nos une a todos y nos hace solidarios con el Salvador, que ofreció su vida para liberarnos del mal y del pecado. Desde los inicios de la historia de la Iglesia, la memoria de las últimas horas de la vida de Jesús ha sido objeto de profunda reflexión y meditación. La piedad de los fieles ha encontrado precisamente en el Vía Crucis un medio para expresar devoción y gratitud por el misterio de la redención.
Sin embargo, el Vía Crucis es un camino que solo puede recorrerse desde la perspectiva de la resurrección de Jesús. Es con esta certeza, en efecto, como hemos revivido los momentos dramáticos de la Pasión del Señor. La Resurrección ilumina y revela el misterio de la Cruz, y nos permite repetir, junto con Cristo, que ya hemos vencido. Sí, podemos decirlo: ya hemos vencido, porque Cristo ha derrotado a la muerte, y quien vive con Él participa de su victoria. En este sentido, el Vía Crucis no es sino un peregrinaje “en espíritu”, que se expresa en el caminar, en la meditación y en la oración de intercesión.
Para experimentar los sentimientos de Cristo, para penetrar en las profundidades del amor del Padre, es necesario este recorrido, estación tras estación. El camino exterior nos invita al camino interior. Se trata de dejarnos conducir por la senda que recorrió Jesús, y de entrar más profundamente en nuestra condición de discípulos, como hizo san Francisco de Asís. Para el Pobrecillo, la Pasión fue la luz que le guio por los caminos de la historia. Así escribía, expresando su conmoción ante la experiencia del Crucificado:
«Lloro la Pasión de mi Señor. Por amor a Él, no me avergonzaría de ir llorando y sollozando por todo el mundo».
Como a san Francisco, también a nosotros el Vía Crucis nos ha hecho revivir las escenas evangélicas de la Pasión. El peregrinaje que acabamos de realizar juntos ha estado acompañado por la oración. Hemos presentado al Señor no solo nuestras propias necesidades, sino también todos los sufrimientos, pruebas y esperanzas de nuestras familias, de nuestros seres queridos, y de tantos hermanos y hermanas que viven en el mundo. Una oración que se convierte en intercesión por el papa Francisco, a quien dirigimos nuestro afectuoso pensamiento y por cuyo ministerio petrino elevamos nuestra súplica.
Después de haber contemplado a Jesús en el camino del Calvario, nuestros corazones se elevan mientras oramos con las palabras de san Francisco:
«Tú eres nuestra esperanza. Tú eres nuestra caridad. Tú eres toda nuestra dulzura. Tú eres nuestra vida eterna, gran y admirable Señor, Dios omnipotente, Salvador misericordioso».
A todos los aquí presentes, aprovecho esta ocasión para desearos —también en nombre de los Secretarios Generales— un santo Triduo Pascual y una serena celebración de la Pascua.