Seleccione su idioma

29 de abril: Santa Catalina de Siena, patrona de Italia y copatrona de Europa

Embajadora de paz 

Una mujer que se consumió en el amor a la Iglesia, que entregó todas sus energías a sus miembros, comenzando por el Sucesor de Pedro, los obispos, los sacerdotes, los consagrados y los laicos. Esta es Catalina de Siena, proclamada por Pablo VI en 1970 Doctora de la Iglesia, siendo la segunda mujer en recibir tal título, después de Santa Teresa de Jesús.

Catalina Benincasa nació en Siena el 25 de marzo de 1347, solemnidad de la Anunciación, siendo la penúltima de veinticinco hermanos. Su padre, Jacobo, era tintorero, y su madre, Lapa, se ocupaba de la casa. Desde pequeña, Catalina vivió experiencias místicas. Contaba tan solo siete años cuando tuvo la visión de Cristo en su trono, revestido de ornamentos pontificales, acompañado de los apóstoles Pedro, Juan y Pablo. Tras esta visión, que quedó profundamente grabada en su alma, emitió el voto de virginidad y se entregó a la oración y a la penitencia. Sin embargo, sus padres tenían otros planes para ella e hicieron todo cuanto pudieron para apartarla de sus mortificaciones y casarla.

En 1363, decidió ingresar en la Tercera Orden Dominicana, entre las consagradas conocidas como las “Mantellate”, debido al largo manto negro que llevaban sobre el hábito blanco. Permaneció en su casa como laica, pero viviendo plenamente entregada a la fe, priorizando la oración, la penitencia y la caridad hacia los enfermos y los apestados.

Poseía el don particular de apaciguar los ánimos y reconciliar facciones enfrentadas. De hecho, era llamada para mediar en disputas tanto entre ciudades como entre Estados enteros. Acompañada de sus discípulos, recorrió Italia y el sur de Francia como embajadora y promotora de paz.

En torno a ella se reunió un grupo de discípulos que seguían su carisma, y que la consideraban “Madre y Maestra” de vida espiritual. Entre ellos se contaban nobles, políticos, artistas, sacerdotes y consagrados.

Notables fueron sus esfuerzos ante Gregorio XI, quien residía entonces en Aviñón, para lograr que regresase a Roma.

A lo largo de su vida, siempre mostró un profundo respeto y veneración hacia los sacerdotes, conscientes de que, mediante los sacramentos y la Palabra, hacían llegar a las almas la gracia salvadora de la Sangre de Cristo.

En 1368, la Virgen María presentó a Catalina a Jesús, quien le entregó un anillo, diciéndole: «Yo, tu Creador y Salvador, te desposo en la fe, que conservarás siempre pura hasta que celebres conmigo en el cielo tus bodas eternas» (Raimundo de Capua, Legenda maior, n.º 115).

Muchos desconfiaban de esta mujer tan singular, hasta el punto de que, en 1374, seis años antes de su muerte, fue convocada a Florencia por el capítulo general de los dominicos. Fue absuelta de toda acusación y pudo continuar con su apostolado itinerante. Le fue asignado fray Raimundo de Capua, futuro Maestro General de la Orden, quien se convirtió en su confesor, su hijo espiritual, y autor de la Legenda maior, primera biografía completa de la santa.

En 1375, mientras se encontraba en Pisa orando por la paz y la salvación de las almas, recibió los estigmas, que permanecieron invisibles a los ojos de los demás.

Tal era el fervor que despertaba, que en sus viajes la acompañaban tres sacerdotes para administrar confesiones a las numerosas personas que se convertían.

Magnífica es su obra Diálogo de la Divina Providencia o Libro de la Divina Doctrina, verdadero compendio de espiritualidad cristiana. Fue dictada entre 1377 y 1378 y recoge las conversaciones entre el Padre Eterno y Catalina, constituyendo una síntesis de su espiritualidad y doctrina.

Semianalfabeta, nunca asistió a la escuela ni tuvo maestros particulares, pero logró aprender a leer y escribir ya en su edad adulta. Se conservan de ella al menos 378 cartas dirigidas a diversas personalidades: papas, cardenales, obispos, soberanos, consagrados y personas del pueblo.

Todas sus misivas comenzaban con la fórmula: «En el nombre de Jesús crucificado y de la dulce María. Yo, Catalina, sierva…».

Se percibe así la conciencia de la misión que sentía haber recibido, pidiendo siempre, en cada carta, que se cumpliera la voluntad divina por el bien común. También se nos han transmitido 26 oraciones de Catalina, recogidas por sus discípulos durante sus momentos de plegaria, algunas de ellas pronunciadas en éxtasis.

Murió en Roma el 29 de abril de 1380. Poco antes de partir a la Casa del Padre, declaró: «Al dejar el cuerpo, verdaderamente he consumido y entregado mi vida por la Iglesia y en la Iglesia santa, lo cual me ha sido una gracia singularísima» (Raimundo de Capua, Legenda maior, n.º 363).

Su cuerpo se conserva en la basílica romana de Santa María sopra Minerva, mientras que su cabeza se venera en la basílica de San Domingo en Siena.

Fue canonizada por Pío II en 1461. En 1866, Pío IX la proclamó patrona secundaria de Roma; en 1939, Pío XII la declaró patrona de Italia junto con San Francisco de Asís; y en 1999, San Juan Pablo II la nombró copatrona de Europa, junto con Santa Brígida de Suecia y Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein).

Seleccione su idioma

OSZAR »