30 de abril: San Pío V

El Papa del Rosario y de la Reforma
Fraile dominico, gran asceta y firme impulsor de la Contrarreforma, San Pío V publicó el Catecismo y promulgó el Breviario y el Misal Romano —que desde entonces llevaron su nombre— aplicando fielmente los decretos del Concilio de Trento. Su nombre de nacimiento era Antonio Ghislieri, y fue elegido Papa en 1566.
Nació el 17 de enero de 1504 en Bosco Marengo (Alejandría), en el Piamonte, en el seno de una familia humilde. A los 14 años ingresó, en Voghera, en la Orden de los Predicadores, donde pronto destacó por su fervor y su fe. Adoptó el nombre religioso de fray Miguel. En 1528 fue ordenado sacerdote, y se le confió la enseñanza de la filosofía y la teología, tarea que desempeñó durante dieciséis años, ocupando además varios cargos en la Orden, como el de maestro de novicios.
El 11 de octubre de 1542 fue nombrado comisario y vicario inquisitorial para la diócesis de Pavía. En 1550 fue designado inquisidor en Como, y el papa Julio III le confió igualmente la misma misión en Bérgamo, donde llevó a cabo una investigación sobre el obispo diocesano.
Su labor en Como y Bérgamo llamó la atención del cardenal Gian Pietro Carafa, futuro Pablo IV, quien el 3 de junio de 1551 le nombró comisario general de la Inquisición romana. En mayo de 1555, Carafa fue elegido Papa con el nombre de Pablo IV y, el 4 de septiembre de 1556, nombró a Ghislieri obispo de Sutri y Nepi, así como inquisidor general en Milán y en toda Lombardía, entonces bajo dominio español. El 14 de septiembre siguiente recibió la ordenación episcopal.
En 1557, Pablo IV lo creó cardenal con el título de Santa María sopra Minerva y, al año siguiente, lo nombró Gran Inquisidor de la Santa y Universal Inquisición.
Las diferencias surgidas con Pío IV, sucesor de Pablo IV, llevaron a Ghislieri a ser nombrado obispo de Mondovì el 17 de marzo de 1560, cargo al que se trasladó personalmente.
A la muerte de Pío IV, san Carlos Borromeo propuso la candidatura del cardenal Ghislieri. Aunque en un primer momento intentó declinar tal responsabilidad, finalmente aceptó, convencido de que era voluntad de Dios.
Durante su pontificado defendió los derechos de la Iglesia frente al poder secular, combatió el lujo y reformó la corte pontificia. Publicó los decretos del Concilio de Trento y trabajó incansablemente para hacerlos efectivos. Su ejemplo de vida, marcado por la sencillez, la oración y el servicio desinteresado, impresionó a sus contemporáneos.
Convocó la oración universal del Rosario para implorar la victoria de la flota cristiana en la batalla de Lepanto, librada el 7 de octubre de 1571, que efectivamente se logró. La tradición sostiene que, mientras se desarrollaba la batalla, el Papa tuvo una visión del desenlace victorioso y ordenó hacer sonar todas las campanas de Roma en acción de gracias a la Virgen María. Como recuerdo perenne del acontecimiento, instituyó la fiesta litúrgica de Santa María de la Victoria el 7 de octubre, que más tarde su sucesor, Gregorio XIII, dedicó a Nuestra Señora del Rosario. En 1572 estableció el número y el contenido de los misterios, recomendando encarecidamente la recitación del Rosario.
Falleció el 1 de mayo de 1572. En 1588 fue inhumado en la Basílica Papal de Santa María la Mayor, en Roma.