VIERNES SANTO: la hora de la Pasión y de la Cruz

«Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, al ver a su madre y, junto a ella, al discípulo a quien amaba, dijo a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa» (Jn 19, 25-27).
En este día, la Iglesia, conforme a una antiquísima tradición, no celebra la Eucaristía, sino que invita a revivir en el silencio y en la adoración el misterio de la muerte en cruz de Cristo: su condena injusta, su dolorosa Pasión. Era el día catorce del mes de Nisán, un viernes, cuando Cristo fue ejecutado en un patíbulo reservado a los criminales.
Es un día de duelo, al que se participa mediante el ayuno y la abstinencia.
Los templos se presentan despojados: el altar está sin cruz y sin manteles. Todo ello pretende expresar, por una parte, el dramatismo de la muerte de Cristo; por otra, dejar espacio a la espera de lo que acontecerá en la mañana de Pascua.
En las horas vespertinas de este día, hacia las tres —hora en que murió Cristo— o en otro momento más oportuno pastoralmente, tiene lugar la celebración de la Pasión del Señor. Esta se desarrolla en tres partes: liturgia de la Palabra, adoración de la Cruz y comunión eucarística.
Suele tener lugar también un Vía Crucis, que recorre las etapas de la Pasión de Cristo.
Traicionado por su discípulo Judas, Cristo es arrestado. Se le acusa de sembrar el desorden con su enseñanza y, sobre todo, de usurpar el título de Mesías, es decir, de Hijo de Dios enviado para salvar a los hombres. Interrogado por el procurador romano, Poncio Pilato, flagelado por los soldados, objeto de burla y escarnio, es condenado a ser clavado en una cruz.
Con la cruz a cuestas, Cristo asciende al monte del Gólgota (literalmente, “Monte del Cráneo”, también llamado “Calvario”) y cae varias veces, exhausto. Crucificado, muere a las pocas horas. Descendido de la cruz, es envuelto en un lienzo blanco (el «sudario») y depositado en el sepulcro.